Dios creó al hombre, y le dijo
-Anda, serás el señor de la tierra, el animal
superior. Grandes trabajos y sorpresas
te esperan, pero en todo triunfarás si pones de tu parte. Tu felicidad depende
mucho de tu voluntad. Vivirás treinta años.
El hombre escucho y calló.
Dios creo al asno y le dijo:
- Vivirás como esclavo de hombre; cargaras a él y a
todos los fardos que te pusiera sobre la espalda. Serás bastante discreto y
paciente para soportar, además de la pesada carga, las privaciones que te
fueran impuestas durante el viaje. Vivirás cincuenta años.
El asno meditó y respondió:
- Esclavitud, cargas, privaciones, y vivir cincuenta
años… Es mucho señor; treinta añosme bastarán.
Dios creo al perro y le dijo:
-Anda, serás compañero del hombre, le servirás de
guardián, siempre vigilante, en su
puerta, sirviendo con completa obediencia, aunque te den solo un hueso para
calmar tu hambre. Recibirás golpes, pero humilde y fiel lamerás la mano que te
pegará. Vivirás treinta años.
El perro pensó, y replico:
- Vigilar día y noche, recibir golpes, tener hambre
y vivir treinta años. No, señor, quiero diez solamente.
Dios creo al mono, y le dijo:
-Anda, tu oficio es divertir al hombre, saltando de
rama en rama, o bien amarrado con una cadena, tratarás copiando sus gestos e
imitándole y haciendo muecas haciendo
piruetas, disiparle la tristeza y cambiarle el humor. Vivirás cincuenta años.
Y el mono frunció el ceño, y repuso:
- Señor, es demasiado para una vida tan indigna. Me
basta vivir treinta años.
Hablando entonces el hombre, dijo:
- Veinte años que el asno no ha querido, veinte años
que el perro ha desdeñado
y veinte que el mono ha rehusado, dádmelos,
señor, pues treinta años son poco para el rey de los animales.
- Tómalos, dijo el creador. Vivirás noventa años,
pero con una condición: tú realizarás tu vida no solo tu destino, sino también
el del asno, el perro y el mono.
Y así vive el hombre.
Hasta los treinta años, valiente, resistente,
enfrenta los peligros y obstáculos, lucha resueltamente, vence y domina: es el hombre.
De treinta a cincuenta, tiene una familia y trabaja sin
descanso para mantenerla. Educa a sus hijos, se cansa para asegurarles un buen
porvenir. Las cargas y responsabilidades se le acumulan encima: es el asno.
De cincuenta a setenta años es el centinela de la
familia. Abnegado y dócil, su deber es defenderla, pero ya no puede hacer
prevalecer su voluntad. Contrariado, se humilla, obedece: es el perro.
De setenta a noventa años, sin fuerzas, gibado, tembloroso,
arrugado, vive arrinconado, inútil y ridículo. Su gula hace reír, así como sus
gruñidos, caducidad y chochez. Sabe que ya no se le toma en serio, pero se
resigna y le gusta hacerse el payaso de los niños: es el mono.
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